viernes, 11 de julio de 2008

Capítulo II (Biografía de José María Estévez)

2.
El solar nativo
Desde 1772, el teniente[1] de cura don Martín Suárez de Figueroa, carismático sacerdote de espiritual dinamismo, se había visto atado por la apatía que los pobladores presentaban frente a los avances obtenidos en el proceso para convertir la minúscula localidad denominada Real de Minas de Bucaramanga en parroquia y trocar lo que hasta ahora era un insignificante caserío en pueblo de blancos.

El padre Basilio Vicente de Oviedo[2] imprimió en su obra: “Cualidades y Riquezas del Nuevo Reino de Granada”, al referirse a la incipiente villa lo siguiente:

“El curato del pueblo de Bucaramanga, que es Real de Minas de oro que lava en sus ríos y tiene su alcalde mayor de Minas de Vetas y Montuosa Baja que la Alta se extinguió, está de una legua de camino, distante de la ciudad de Girón, hacia el norte. Su iglesia buena y con ordinarios ornamentos y se le agregó al pueblo de Cácota de Suratá por haberle quedado muy pocos indios que apenas llegaran a veinte, aunque distara más de un día de camino y que se ha de transitar un páramo por tierra montuosa; sin iglesia; sólo una ermita[3]. Es tierra templada y de trigos y demás frutos, y Bucaramanga, tierra bien cálida, que produce frutos de tierra caliente: caña, tabaco, algodón, cacao, maíz, y muchos frutos, tendrá doscientos vecinos. Con los que habitan en Rionegro pueden rentar a su párroco 800 pesos, pero con la pensión de haber compañero en el pueblo de Cácota, donde tendrá cincuenta vecinos. Su temperamento mejor que el de Girón y en ameno y deleitoso llano; y lo colocamos por sus pensiones en el orden tercero, dado que el señor Camacho lo puso en el quinto de su escala, pero no tuvo razón, pues es muy precioso curato y de trato y con la inmediación de Girón”.

La tan anhelada aspiración de obtener el título de parroquia se realizó el 1º de enero de 1779 cuando el oidor confirmó la erección en parroquia hecha el año anterior con el nombre de Nuestra Señora de Chiquinquirá del Real de Minas de San Laureano, y se ordenó trasmigrar a los indios de este pueblo a la nueva vecindad de Guane. Así los habitantes se aprestaron a edificar en un terreno mal cercado, en la esquina sureste de la plaza, la iglesia, primera que se levantó en ese sitio y que contaba con espacioso huerto destinado a convertirse en cementerio.

Apacible sería la vida de los moradores que se ocupaban diariamente de las labores agrícolas, abonando los cultivos, beneficiándose del fique, del algodón y del cacao, pues la industria del tabaco había llegado a su disminución, por haberse declarado monopolio de la Real Hacienda.

El siglo XVIII tocaba a sus postrimerías cuando en el aniversario 178° de la fundación de la señorial Bucaramanga y segundo de su erección en parroquia nació de cristianos y distinguidos padres un niño que llevaría por nombre José María, viendo por primera vez la luz, el 6 de diciembre de 1780 en el hogar conformado por doña María Manuela Ruiz Cote[4] y don Rafael José Estévez Camargo, naturales de Nuestra Señora del Socorro y avecinados en Zapatoca, pero asentados hacía poco tiempo en la “Ciudad Señora”, recién sesquicentenaria; indudablemente venidos allí buscando refugio en un lugar donde no imperara el temor de una nueva asonada revolucionaria, peligrosa para el bienestar de la recién conformada familia. Se busca sobrevivir sin sentimientos de desprecio e inconformidad con la ventaja de anclar en una tierra pujante y florecida, tanto cuanto que llegó a convertirse, con el correr del tiempo, en la capital del departamento de Santander.

Casi todos los que han hablado del señor Estévez Ruiz de Cote señalan imperturbablemente como fecha del nacimiento de este el día 8. Para poner la verdad en su punto y para enmendar yerros que amenazan pasar en autoridad de cosas juzgadas, acudimos a los libros parroquiales de San Laureano y con partida en mano sacamos en limpio que la verdadera fecha del nacimiento fue el día 6, y no la que apuntan los hermanos Hernández de Alba, Gustavo Arboleda, Gonzalo Uribe, Luis Enrique Navas Prada, Luis García Benítez y Ernesto Valderrama Benítez.

Hemos observado anteriormente que el panorama en que naciera José María era un nuevo mundo de oprimidos y señores. Su familia perteneció sin duda a un tronco de estirpe criolla, acaudalada y noble, testigos de la lucha por la libertad americana.

Su estirpe se distinguió por su denodada cristiandad, sus padres buenos, capaces y con ascendencia marcada en la ocupación meritoria y trabajadora, respetuosa de la dignidad y el honor ajeno.

Nació en una sociedad en la que la libertad tenía sus trabas, la separación entre los estratos sociales era rigurosa y el trato debía ser solemne y obligado. El señor se comportaba presuntuoso y altivo; se consideraba más evolucionado e hijo puro de la civilización del Viejo Mundo; el esclavo indio debía mostrarse sumiso y en continua actitud de respeto y aun de humillación; tal vez, la única suavidad estaba relacionada con el sentir religioso sin distinción clasista.

Doña María Manuela respiraba por aquella fe tridentina, unificadora, que se derramó por medio mundo y sobre todo en América. Lo bueno de la conquista de América lo dio la fe; lo malo lo trajo la condición humana.

El bautismo en la fe de Nuestro Señor que le concedió renacer en las aguas sagradas como hijo de Dios y heredero del cielo se llevó acabo el 13 de diciembre del mismo año, es decir, 7 días después de su nacimiento.

Su partida reposa en el libro segundo de 1780, folio 6º y bajo el número 458 y así dice (sic):

“Disiembre trese de mil setecientos y ochenta. Yo Martin Suarez de Figueroa Ttte. De Cura y Vico. De efta Parroquia del Sr. San Laureano y Real de Minas de Chiquinquirá; Bauticé subconditione, puse Oleo y Xma., y dixe Bendiciones a un niño llamado JOSEHP MARIA de edad de siete días hijo de Dn. Rafael Eftévez y Da. María Manuela Cote. Sua padrinos Dn. Bisente Pineda y Da. Antonia Céspedes, a quienes advertí parentesco y hobligaciones de que doy fee.- (Fdo.) Martín Suarez de Figueroa”. (Es fiel copia de la original con su ortografía).

Entendemos que el niño José María tenía sangre noble y su título de criollo, principio de divisiones, y heredó y aún, se alimentó de una fe española robusta como principio de unidad. Y por el camino de la fe lograría un día, aun lejano, superar puntos principales de división.

La fe que recibió de sus padres será siempre su ideal y su escudo, su fuerza y su lucha. La fe cristiana que todos los sectores sociales de aquella época profesaban era sincera. Y ésto los unía por encima de cualquier pensamiento encorvado.

En cada pueblo o aldea la iglesia parroquial era el único recinto decoroso que congregaba igualitariamente a todos; la doctrina pura, la plática dominical era una lección vivida y la música en los templos la única que se oía como sublime invitación a la oración sencilla. El ambiente religioso del momento avivó en el niño José María la pureza en el amor por la observancia de los Mandamientos; la devoción y la piedad de los mayores formarán también su buena parte en el momento en que tendrá que guardar fidelidad al llamamiento de la gracia.

Estudió sus primeras letras en el hogar paterno y aun sin comodidades porque escribía con un puntero de caña, sobre arena primero, y luego con pluma de ganso y tinta preparada con hollín, sobre hojas secas de plátano a falta del escaso papel; tuvo la fortuna de formarse en una escuela en la que la maestra era la madre propia y se libró de los padecimientos de una escuela ineficaz y torturante, como en ciertos aspectos hemos padecido muchos de los vivientes.

La obra primaria en la educación de José María es el fundamento de su gran amor por la verdadera educación; su preparación fue seria desde el principio, tanto así, que al ingresar luego al Claustro de San Bartolomé rebasó a un gran número de condiscípulos y descolló por su profundidad en las lecciones asimiladas.
Sus adquiridas nociones de aritmética, castellano y catecismo al lado de su tierna madre, fueron, evidentemente, su piedra de sostén en los años subsiguientes.

Las cosas de mayor valor en la vida exigen grandes esfuerzos y sufrimientos; no se improvisan ni resultan de caminos del azar. Las acciones que benefician y perduran largo tiempo nacen de la inteligencia, la lucidez y el valor con la mirada puesta en el porvenir, doña María Manuela aleccionó a su hijo liberándolo de la ignorancia y mostrándole las costumbres buenas o malas de su raza y de su pueblo.

Será digno imaginarnos a nuestro pequeño departiendo con sus compañeros de generación y luego de escolares en Santa Fe: Custodio García Rovira, el elocuente orador, músico, poeta y pintor quien además se distinguió como abogado esclarecido, sirviendo en 1809 a la Real Audiencia y se declaró federalista; actuó como gobernador de Socorro y combatió a los centralistas; militar prodigioso en la independencia, fue elegido primer mandatario en calidad de dictador. Ejerció el cargo desde el 22 de junio hasta el 19 de julio de 1816, cuando fue hecho prisionero por los españoles y condenado a muerte, convirtiéndose en martirizada víctima, de la libertad; y a José Elías Puyana quien llegó a ocupar la Silla Episcopal de Pasto, después de ocupar los altos cargos de elector, diputado provincial y juez de paz; forjándose como “uno de los eclesiásticos más exactos en el cumplimiento de sus obligaciones”.

Desde niño mostró José María exclusiva predilección por el estudio y en especial su inclinación a la vocación sacerdotal, por lo cual resolverían sus padres enviarlo a la capital del Virreinato para que bajo la tutela y dirección de su hermano mayor, el doctor Juan Agustín Estévez,[5] recibiera esmerada educación en el Colegio y Seminario Mayor de San Bartolomé.

José María reaccionó eficazmente a las lecciones maternas y por eso no fue del montón. Lo vamos a ver. Salta barreras y será capaz de salvar abismos, aun sociales, políticos o religiosos. Se formó en él un alma suave como la seda, pero tesonera; cuando se propuso un fin siempre fue constante; persiguió nobles objetivos, altos y extraordinarios; se convertirá en guía de conciencias, ya que creció como un joven moderado, prudente y de virtudes tanteadas. Da comienzo así una gran luz radiante, que irá acrecentando su resplandor con su talento.
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[1] Cura auxiliar que ayudaba a ejercer la cura de almas en una parroquia, era usualmente el que ejercía de ecónomo al morir, enfermar o ausentarse el párroco.
[2] (1699 - 1774), natural de la población de Socotá y considerado como el primer historiador nacido de origen Boyacense. Estudió en el Colegio de San Bartolomé, en Bogotá y culminó sus estudios eclesiásticos en Popayán. Fue cura párroco de San Gil, Mogotes, Paipa, Nemocón, Curití y de otros pueblos de las provincias de Tunja y Santa Fe; además, fue comisario del Santo Oficio de la Cruzada. Su obra literaria se destaca por du estilo ameno, fácil, curioso y sumamente anecdótico y festivo; en ella se presentan abundantes estudios monográficos de los pueblos neogranadinos. Pruebas saltan a la vista.
[3] Aquí se refiere el cronista a la hoy llamada Capilla de los Dolores, construida entre 1748 y 1750. Es extremadamente sencilla y su tamaño es bastante reducido. Está ubicada en un costado del Parque García Rovira, esquina noroccidental, frente a la Iglesia de San Laureano. La riqueza histórica de esta capilla es obvia, pues fue la sede de la Parroquia de Nuestra Señora de Chiquinquirá y San Laureano del Real de Minas de Bucaramanga, nombre que recibió la histórica ciudad desde 1.778 hasta la independencia de España. Declarada patrimonio histórico de la República de Colombia y sitio de interés turístico por resolución N° 0348, febrero 27 de 2007 del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo; además, es Bien de Interés Cultural Nacional por Decreto No. 2210 del 21 de julio de 1.954 emanado por el Ministerio de Cultura. Allí estuvo El Libertador en muchas ocasiones. Fue restaurada en los años setentas, por el arquitecto Gonzalo Romero Mantilla y se le adicionó un campanario. Esta reconstrucción causó una gran polémica entre la ciudadanía. Allí está sepultado el eminente sacerdote Eloy Valenzuela. (Más información en Anexo I).
[4] Desde que se publicó por primera vez la semblanza biográfica del obispo Estévez ha habido cierta incomodad en algunos circulos intelectuales porque el autor de la obra utilizó el nombre de José María Estévez Ruiz de Cote, en vez del siempre monopolizado de José María Estévez Cote. Para aclarar este tema, hemos optado por agregar al final de este estudio un documento adjunto que nos aclara sobre el porqué de esta postura.(Ver Anexo II)
[5] El padre Juan Agustín Estévez es otro ilustre prócer de Colombia, importante representante del clero y de la raza santandereana en los tiempos de la independencia (Ver Anexo III)

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